La brevedad del ser
No sé cuanto tiempo ha transcurrido desde aquel día cuando nos despedimos pues debía cambiar de residencia. Dejaba atrás, en el Edén, a una familia amiga con la que tuve alegrías y agradabes tertulias; quedaba ella cada vez más lejos de mí pues me había embarcado al regreso a la tierra de mis ancestros, algo que se convertía en el sueño hecho realidad. Como sucede en estas despedidas, la amistad, un lazo muy fuerte que nos unió, dispuso que estaríamos en comunicación constante, que nos reuniríamos en mi lugar o en el de ellos según quien viajase hacia uno u otro sentido de las rutas trazadas. Eso no sucedió. Por cuestiones del destino, sin por ello dejar pasar la responsabilidad de las pasiones humanas que tan incomprensivos nos vuelven a todos y acabamos haciendo cosas que no debíamos, las familias amigas no sólo se separaron en la distancia, sino también sus integrantes tuvieron qué hacer lo suyo e ir en pos de nuevos e inciertos horizontes, aciagos o bendecidos, pero todos, en el ...