Cuando te veo, siento...
¿Sabes qué siento cuándo te veo? – preguntó. No – respondió tímidamente.
El instante de eterno silencio se hizo presente.
Me gustas cuando te veo – insistió. Silencio de nuevo. Me
gustas cuando estás cerca de mí y disfruto los encuentros furtivos que da el
roce de tu brazo con el mío, tu mano con la mía, tus palabras con las mías
diciendo cualquier cosa entendible – añadió.
Ella levanto los ojos y los fijó profundamente en los ojos
de él. Es este momento el que con delirio ansío – prosiguió -. Éste que dedicas
a mí con tu mirada que dice todo lo que tu voz calla. Ya sé, quizás esté
entendiendo lo que a mí me conviene, pero ¿y el gesto de tu cara?, ¿la cercanía
que provocas al ponerte junto a mí?
Ella intentó acurrucarse en su pecho, pero algo la detuvo.
Te quiero mucho – dijo.
Los dos se quedaron prolongando el silencio que los
identifica; aquél que dice todo lo que los amantes necesitan decirse. Sólo
quedaba el tiempo de encuentro entre sus pupilas y el deseo de darse un
prolongado beso que consumase lo que ambos necesitan expresarse. Sólo un breve
tiempo; luego deben separarse.
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