Crónica de una dieta anunciada
Despierto y descubro que algo pasa.
Mis movimientos son más trabajosos y culpo de ello a la edad
y a la vida sedentaria a la que me he dedicado en los últimos meses. Al
vestirme, noto que cada día es más difícil cerrar la cintura de mi pantalón y
algo pasa con mis camisas que se han vuelto más pequeñas aparentemente. Quizás
el detergente, suavizante y todos los químicos que son usados para lavar la
ropa sean los causantes de este encogimiento.
El espejo sin embargo, como aquél de la historia de Blanca
Nieves refleja una imagen diferente a la que quisiera ver en él. Casi estoy
seguro que sonríe mientras reproduce de forma simétrica la imagen de mi cuerpo
en donde resalta la prominencia, nueva por cierto, del abdomen que se apoderó
de mi cuerpo no sé en qué momento, pero que ahí está, luciéndose cual octavo
pasajero queriendo brotar mientras destruye mis entrañas.
La primera decisión atinada en ese momento es usar esos
pantalones anchos que por ahí están guardados. Listo. Quedaron muy bien; han
perdido la nominación de “anchos”. Lo mismo ocurre con las camisas. La imagen
del espejo sonriente sigue siendo la misma. Conclusión: tengo un cuerpo que no
me pertenece.
Es el momento de tomar la segunda decisión importante.
Importante por salud, por los años acumulados, por las molestias que ya
aparecen. Es hora de hacer ejercicio.
Reviso los aparatos que tengo en la casa. Son muy buenos. Los
compré porque prometen en su adecuado uso, convertirme en una mole de músculos
con los que podría participar como alguno de los héroes de la Marvel (he
pensado escribirle a Stan Lee). Sólo tengo un problema ¿cómo los quito de la
decoración como percheros o colgantes de ropa? Ah, ya sé. Para eso sirven los llamados
clósets, espacios de donde alguien sale ¿para qué?
Vivo cerca de un gimnasio; se ve bien. Buenos equipos, buena
atención, he escuchado buenas recomendaciones del mismo…, pero, no. Hay que
dedicar tiempo del que no dispongo. Conclusión: ejercicio con aparatos,
descartado.
Tomo la opción de comer nutritivamente; eso: hacer dieta. Es
lo mejor que puedo hacer ¡bendito internet y gracias santo google! Hay mucha
información al respecto. Ya sé que comiendo esto o aquello bajo de peso y
protejo mis huesos, aligero mi sangre, destupo mis venas, mejoro mi digestión,
prevengo el cáncer, mejoro mi visión, optimizo mi estado anímico ¡hasta me
convierto en mejor amante! ¿Por qué no había leído esto con anterioridad? Un
momento, sí lo he leído y han sido ya muchas veces ¿Por qué entonces no lo he
hecho? Bueno, no ha habido necesidad de ello y con “ello” me refiero a todo lo
anterior de “convertirse en mejor amante” por si las suspicacias obligan a
pensar en lo contrario.
Dieta es comer bien, equilibrando las calorías que consumes
con las que gastas en tus actividades y al parecer si las calorías son un
equivalente a la energía corporal, debo hacer un reclamo a mis diputados y
senadores pues en la reforma energética no han tenido en cuenta toda esa
cantidad acumulada que un servidor y otros tantos que contribuimos a la estadística
que otorga el primer lugar a nuestro país en obesidad, tenemos para rentar o
vender a los inversionistas extranjeros en vez del llamado oro negro del que
soy propietario por herencia de mexicaneidad cardenista (de Tata Lázaro nomás
por favor) pero que al parecer quedó intestado y ya un sinfín de buitres, como
ocurre en las mejores familias, han sabido apoderarse de lo que por ley
testamentaria legal, me corresponde.
Mejor sigo con mi dieta. Decidido. A partir de hoy comeré
mejor: más frutas y verduras, refrescos de cola ¡adiós! Sólo jugos naturales y
mis tantos vasos de agua porque así lo sugieren los delgados expertos. Una ensalada
en algún momento, procurar consumir cinco colores diferentes por día, y
ahorraré bastante pues la carne de puerco y de res, salen un poco de mis
alimentación diaria. Gud bay a las botanas como entremés, a los excesos de
comida chatarra y de la fast food, ni pensarlo. De ahora en adelante mis platos
de comida serán en exceso nutritivos.
Pero hoy es lunes, día, en mi tierra, de frijol con puerco.
Rico plato de carne de puerco cocinada en frijol negro con especias y
condimentos, servido con arroz blanco o negro, su delicioso tomate asado y tamulado
con cilantro finamente picado, denominado chiltomate, cebolla morada, rábano y
más cilantro todo picado formalmente, con limón para exprimir en el frijol o
picado también para comer en cada bocado; y, claro, como es época de aguacate
local, acompañar del mismo cortado y servido en juliana o en pequeños trozos;
como guacamole puede ser pero la preparación del mismo conlleva a repetir
algunos ingredientes. Sin faltar chile habanero crudo, cut (asado y tamulado
con su dosis de naranja agria, sal, ajo y como opción, finos pedazos de cebolla
morada). ¿Qué me falta? ¡Tortillas desde luego! Mi plato quedó fenomenal. He tratado
de usar la proporción sugerida en “el plato del buen comer” y me ha quedado un
recipiente del tamaño de una pizza grande. Los olores surgidos de mi almuerzo
marcan el tiempo de iniciar. Recuerdo mis pantalón y camisa, el tamaño de mi
barriga se muestra ante mí, en mi cómoda posición de sentado en la silla…, pero
hoy es lunes, día de frijol con puerco; qué más da, comeré y ya veré mañana qué
me pongo; sé que en Suburbia venden tallas extras y un buen sastre puede
hacerme la ropa a mi medida.
No se me ha olvidado qué debo comer. Compraré también
linaza, avena, semilla de chía para tomar cada vez que la sed me aprisione y
estoy seguro que bajaré de peso, ¡cómo envidio a los que tienen tiempo de salir
a caminar por las mañanas o las tardes! Quizás algún día los imite.
Por hoy, el frijol con puerco me ha dejado llenísimo, estoy
a punto de reventar. Pero qué rica comida he degustado. Por hoy está lleno mi
estómago y para la cena, tal vez unos perros calientes o no, pues debo iniciar
mi dieta; con una taza de café y galletas, o pan dulce, o pan francés con
mantequilla, o queso de bola, o jamón de pavo basten para cenar sin llenarme
obligando a mi cintura a crecer, sobre todo porque al terminar de cenar, es
hora ya de dormir.
Mañana en el desayuno inicio la dieta. Es martes. ¿Qué sigue?
Creo que potaje de lentejas; nutritivo, pues lleva verduras, lo mismo que un
sabroso puchero de tres carnes del cual me serviré carne de pollo y muchas verduras.
Si así lo hago creo que podré tomar un poco de Pepsi o de Coca, pues tengo
espacio calorífico para ello.
Creo que cambiaré de talla en lo que decido el día para
iniciar la dieta que ya me he proporcionado de acuerdo con los testimonios de
tantos exgordos y ahora súper cuerpos que exponen en diversas páginas de
internet. No hay necesidad de acudir al nutriólogo, ya la Internet me ha
ofrecido todo lo que quiero y necesito saber.
Me acabo de acordar que no he tomado agua; termino de
escribir y beberé mis vasos respectivos y correspondientes al día de hoy.
Bueno, algo debo de hacer para empezar a educarme y dejar de ocupar tanto espacio
con tanta materia que mi cuerpo ha producido.
Espero que mi corazón sea fuerte, mis venas muy anchas y la
grasa, sólo esté ocupando el lugar que le corresponde a los músculos que tendré
tan pronto adelgace y ejercite. Esto me ha da dado un poco de hambre; comeré un
poco pues debo cuidarme y vivir un poco más. Cierto, mañana empiezo mi dieta.
El día de hoy he leído más de una vez el texto, me he reído y también he tomado muy en serio la intención acerca del cuidado de la dieta para estar en forma, desde luego que esto repercute en mucho en nuestra salud; sin embargo no hay nada mejor para estar bien física y emocionalmente que hacer lo que verdaderamente se anhela, lo que se desea y lograrlo satisfactoriamente.
ResponderEliminarSaludos estimado escritor