Encuentro interior
Conocemos nuestro exterior porque lo vemos siempre, cada vez que nos miramos al espejo, a veces solo el rostro, a veces todo el cuerpo. Lo sentimos cuando repasamos en él los hábitos elementales de higiene, al recibir caricias del ser amado mientras escuchas el placer que esto produce. Así conoces a tu cuerpo y descubres y conoces y valoras lo que tienes, llegando incluso a no desear cambio alguno por sentirte satisfecho. Tanto esto en hombres como en mujeres, señal de que amas y eres amado.
Por alguna razón conocemos nuestro interior físico ¡es que es tanta la tecnología! y observamos en vivo y a todo color, fotografías y videos de nuestro organismo oculto para saber si funciona bien o no. Recordamos aquellas ocasiones entre el ir y venir de doctores y enfermeras, de angustias de familiares, de preocupaciones de los amigos. Entre ésas y otras cosas del antes y después, nos volvemos expertos en lo que hay adentro de esa piel que mostramos al mundo.
Hay sin embargo, algo más que está en el interior nuestro y nos convierte en fuertes o débiles, en introvertidos o extrovertidos, en callados o hablantines, en tristes o alegres, en románticos enamorados o en ilusos platónicos. Alma, razonamiento, espíritu, libre albedrío son algunos de los nombres que con osadía los humanos le damos a lo inexplicable e intangible; a aquello de lo que ignoramos todo y no sabemos realmente cómo tratar.
¿Habrá el hombre inventado para ello la esencia de un Dios? Pues es a través de ello que puede curarse el interior inobservable cuando éste se enferma. Pero ¿de qué puede enfermarse lo que no se ve?
Por todos lados hay revistas que aseguran que pueden analizar el espíritu; que una vez muerto, esa esencia que se escapa del cuerpo puede ser contactada antes de acudir al lugar lejano de donde proviene; que el destino de esta alma va en consecuencia de los comportamientos del individuo en su trayectoria por este mundo; a estos niveles de comportamiento cuando es malo y por tanto enferma le han dado un nombre: pecado.
Entonces las angustias, tristezas, depresiones y sus antagónicos, las emociones agradables son consecuencia de la mala o buena salud del espíritu, ¿dónde fortalecerlo entonces?, ¿dónde aprender a vivir y convivir armónicamente para que nuestra esencia interior sea saludable y nos permita conocer la prosperidad, lograr nuestras metas y todo aquello que deseeemos?
Nuestras experiencias con otros seres humanos, definitivamente nos enseñan la forma de desarrollar el espíritu, pero siempre habremos de necesitar de nuestras instituciones para mejorar y sustentar nuestro desarrollo interior. Refugiarse en las escuelas o las iglesias podría ser una solución siempre y cuando ambas tengan una doctrina filosófica basada en los valores humanos más relevantes; una doctrina que promueva el aprendizaje del individuo por el individuo mismo; una doctrina que nos permita conocer qué tan saludable o no estamos por dentro.
De manera personal, puedo saber lo que por fuera tengo: el médico se ha encargado de enseñármelo; pero por dentro, siento confusiones intensas pues soy un completo ignorante en busca de médico de almas que pudiera explicarme realmente (a nivel del uso de manzanas y peras) cómo está eso de la presencia divina y de la fortaleza de la fe. Puedo asegurar que estoy en esa búsqueda y que he sido testigo de muchas cosas que a simple vista resultan inconcebibles y escapan a toda lógica, pero aun así pienso que es el ser humano mismo quien proyecta su energía, su fuerza toda hacia ese punto álgido que debe cambiarse, apoyándose en algo sencillo pero que logra mocer montañas a través de la fe demostrada: la oración.
Tema de estudio posterior, tal vez, pero que ahora me mueve hacia el camino de la espiritualidad de los demás alrededor mío para entender mejor y hacer comprender el porqué de las cosas y posibles soluciones ante los problemas más comunes. Pido entonces fuerzas y valor para romper mi timidez
Por alguna razón conocemos nuestro interior físico ¡es que es tanta la tecnología! y observamos en vivo y a todo color, fotografías y videos de nuestro organismo oculto para saber si funciona bien o no. Recordamos aquellas ocasiones entre el ir y venir de doctores y enfermeras, de angustias de familiares, de preocupaciones de los amigos. Entre ésas y otras cosas del antes y después, nos volvemos expertos en lo que hay adentro de esa piel que mostramos al mundo.
Hay sin embargo, algo más que está en el interior nuestro y nos convierte en fuertes o débiles, en introvertidos o extrovertidos, en callados o hablantines, en tristes o alegres, en románticos enamorados o en ilusos platónicos. Alma, razonamiento, espíritu, libre albedrío son algunos de los nombres que con osadía los humanos le damos a lo inexplicable e intangible; a aquello de lo que ignoramos todo y no sabemos realmente cómo tratar.
¿Habrá el hombre inventado para ello la esencia de un Dios? Pues es a través de ello que puede curarse el interior inobservable cuando éste se enferma. Pero ¿de qué puede enfermarse lo que no se ve?
Por todos lados hay revistas que aseguran que pueden analizar el espíritu; que una vez muerto, esa esencia que se escapa del cuerpo puede ser contactada antes de acudir al lugar lejano de donde proviene; que el destino de esta alma va en consecuencia de los comportamientos del individuo en su trayectoria por este mundo; a estos niveles de comportamiento cuando es malo y por tanto enferma le han dado un nombre: pecado.
Entonces las angustias, tristezas, depresiones y sus antagónicos, las emociones agradables son consecuencia de la mala o buena salud del espíritu, ¿dónde fortalecerlo entonces?, ¿dónde aprender a vivir y convivir armónicamente para que nuestra esencia interior sea saludable y nos permita conocer la prosperidad, lograr nuestras metas y todo aquello que deseeemos?
Nuestras experiencias con otros seres humanos, definitivamente nos enseñan la forma de desarrollar el espíritu, pero siempre habremos de necesitar de nuestras instituciones para mejorar y sustentar nuestro desarrollo interior. Refugiarse en las escuelas o las iglesias podría ser una solución siempre y cuando ambas tengan una doctrina filosófica basada en los valores humanos más relevantes; una doctrina que promueva el aprendizaje del individuo por el individuo mismo; una doctrina que nos permita conocer qué tan saludable o no estamos por dentro.
De manera personal, puedo saber lo que por fuera tengo: el médico se ha encargado de enseñármelo; pero por dentro, siento confusiones intensas pues soy un completo ignorante en busca de médico de almas que pudiera explicarme realmente (a nivel del uso de manzanas y peras) cómo está eso de la presencia divina y de la fortaleza de la fe. Puedo asegurar que estoy en esa búsqueda y que he sido testigo de muchas cosas que a simple vista resultan inconcebibles y escapan a toda lógica, pero aun así pienso que es el ser humano mismo quien proyecta su energía, su fuerza toda hacia ese punto álgido que debe cambiarse, apoyándose en algo sencillo pero que logra mocer montañas a través de la fe demostrada: la oración.
Tema de estudio posterior, tal vez, pero que ahora me mueve hacia el camino de la espiritualidad de los demás alrededor mío para entender mejor y hacer comprender el porqué de las cosas y posibles soluciones ante los problemas más comunes. Pido entonces fuerzas y valor para romper mi timidez
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