Un amigo es...
Recientemente una amiga facebookera (horror españolizante) me envía una presentación de Sergio Sinay en donde se reflexiona la concepción de este témino y hace una analogía con quienes usamos - y en algunos casos dependemos - de las redes sociales como ésta (facebook) por ejemplo. Me llama la atención que en estos casos se publicita la adhesión a través de la fórmula para "hacer amigos" y hay quienes aprovechan además los buscadores de amigos para llenar estadísticas de frecuencia en donde se manifiesten ante los ojos de tus visitadores, la cantidad de "amigos" que vas adquiriendo y cuya intención es que el número aumente día con día. Así de pronto existen quienes tienen más de mil amigos en su página y aquí es donde viene la reflexión. ¿Qué es un amigo?
Recuerdo cuando en mis tiempos cursis de secundaria (y esto sigue haciéndose en la actualidad) junto con otros adolescentes imberbes, pubertos despertando a la sexualidad al descubrir la existencia del sexo opuesto de una forma completamente diferente a como se hace el día de hoy (provoca la hilaridad en nuestros hijos cuando les contamos como nos mostrábamos a las chicas y viceversa) nos esforzábamos por conseguir las firmas de fulanita o menganita en primer lugar y después las de zutanito porque también hay amistades entre hombres, aun cuando las de las chicas fuesen las más importantes. Conseguíamos también unos cuadernos especiales para ello que también, dada la urgencia, podrían suplirse por las hojas restantes de cualquier libreta de la escuela, para pedir que nos escriban textos más amplios que los que podían plasmarse en la camisa, la camiseta, la blusa o alguna ropa emparejada con la decencia nuestra.
Existe un verso que he vuelto a leer últimamente al término del curso en la escuela primaria entre los alumnos de sexto grado: "Dos ositos en la nieve no se pueden extraviar, una amistad como la nuestra, no se puede olvidar". Palabras más, palabras menos, el ritmo y la rima son suficientes para dejar plasmada la huella de la amistad que debe extenderse más allá de los salones y de las calles que separarán los estudios posteriores. Es el sello del "seguiremos siendo amigos". Volvemos al punto de la reflexión ¿Qué es un amigo?
Conforme dejamos atrás las incomodidades de la adolescencia y empiezamos a pensar más para hacer menos el ridículo, a la par no adentramos en estudios más profundos y nos empiezan a gustar lecturas más complejas, resaltando en algún momento nuestra herencia de filósofos con lo que refrendamos más los lazos de amistad que en más de una ocasión en alguno de los personajes en crecimiento se ha tornado en noviazgo y en feliz matrimonio. Pero eso no lo hace siempre el amigo o el grupo de amigos.
Llega el pensamiento que predica que un amigo es quien te escucha, quien sabe darte una palabra de aliento, quien está contigo en los perores momentos, desde luego en los mejores, quien ofrece su vida por ti, quien nunca te olvida, quien te quiere de una forma especial pues siempre estará llamándote para recordarte de su existencia. Me quedo con estas reflexiones que desde luego, pueden hacerse más profundas. Desde el punto de vista de la religión, un amigo es quien te ama, por eso Jesús es tu amigo, porque te ama, definiendo este término como lo más sublime, espiritual y capaz de ofrecer sólo un individuo con altos valores sociales y religiosos desde luego, que tenga fe y crea por tanto en el hombre como su hermano e igual.
Entonces, regresando a las redes sociales, aquél que tiene un millón de amigos ya ha cumplido el deseo de Roberto Carlos y ahora podrá cantar porque es más fuerte y tiene más voz. Pero no pienso en el millón, pienso en los veinte o treinta que son fáciles de conseguir.
Los políticos tienen su red social porque el número de amigos puede trasladarse exponencialmente a número de votos favorables para sus aspiraciones; los artistas por la venta de sus productos y además porque el hecho de pertenecer a estos selectos grupos me genera la idea (y es sólo la idea) de que el susodicho dueño de la red me tiene en cuenta y soy parte de sus más de mil o más adjuntas amistades.
Pero en corto, ¿cuántos amigos hemos reunido? Veinte, treinta, cincuenta, más de cien, ¿llegamos a los mil?
Ahora que nos hemos vanagloriado de nuestros logros, cuántos son realmente amigos, cuántos están pendientes de nuestros actos para aconsejarnos, sugerirnos, criticarnos, aguantar nuestros malos y buenos humores, apapacharnos y besarnos cuando lo necesitamos. ¿Conservamos el número? Comparémoslos con el número de dedos de nuestras manos ¿nos sobran dedos? ¿Nos sobran manos? Amigos como tales no son muchos, si no los tenemos ¡busquémoslos! Para ello primero debemos comportarnos como amigos, esto es mutuo, recíproco y simultáneo. Con un amigo charlamos ante un café, un refresco; sentimos su presencia cuando rozamos con él accidentalmente; percibimos su olor al estar junto a él o ella, escuchamos y nos escuchan y si nos va bien, hasta paga la cuenta, ¿ves? un amigo nos hace reir por su calidez y nos contagia de su llanto ante la tristeza.
¿Realmente debemos llamar amigos a los de nuestra red social?, ¿podemos presumir de tener un gran número de amigos con amistad confirmada ante un simple clic? Intentemos convertirnos en verdaderos amigos, charlemos de frente y entonces sabremos cuántos son los que están verdaderamente con nosotros y por cierto, si hay la invitación para un café, cada quien paga lo suyo, para que no le salga muy caro a ninguno de los asistentes.
Recuerdo cuando en mis tiempos cursis de secundaria (y esto sigue haciéndose en la actualidad) junto con otros adolescentes imberbes, pubertos despertando a la sexualidad al descubrir la existencia del sexo opuesto de una forma completamente diferente a como se hace el día de hoy (provoca la hilaridad en nuestros hijos cuando les contamos como nos mostrábamos a las chicas y viceversa) nos esforzábamos por conseguir las firmas de fulanita o menganita en primer lugar y después las de zutanito porque también hay amistades entre hombres, aun cuando las de las chicas fuesen las más importantes. Conseguíamos también unos cuadernos especiales para ello que también, dada la urgencia, podrían suplirse por las hojas restantes de cualquier libreta de la escuela, para pedir que nos escriban textos más amplios que los que podían plasmarse en la camisa, la camiseta, la blusa o alguna ropa emparejada con la decencia nuestra.
Existe un verso que he vuelto a leer últimamente al término del curso en la escuela primaria entre los alumnos de sexto grado: "Dos ositos en la nieve no se pueden extraviar, una amistad como la nuestra, no se puede olvidar". Palabras más, palabras menos, el ritmo y la rima son suficientes para dejar plasmada la huella de la amistad que debe extenderse más allá de los salones y de las calles que separarán los estudios posteriores. Es el sello del "seguiremos siendo amigos". Volvemos al punto de la reflexión ¿Qué es un amigo?
Conforme dejamos atrás las incomodidades de la adolescencia y empiezamos a pensar más para hacer menos el ridículo, a la par no adentramos en estudios más profundos y nos empiezan a gustar lecturas más complejas, resaltando en algún momento nuestra herencia de filósofos con lo que refrendamos más los lazos de amistad que en más de una ocasión en alguno de los personajes en crecimiento se ha tornado en noviazgo y en feliz matrimonio. Pero eso no lo hace siempre el amigo o el grupo de amigos.
Llega el pensamiento que predica que un amigo es quien te escucha, quien sabe darte una palabra de aliento, quien está contigo en los perores momentos, desde luego en los mejores, quien ofrece su vida por ti, quien nunca te olvida, quien te quiere de una forma especial pues siempre estará llamándote para recordarte de su existencia. Me quedo con estas reflexiones que desde luego, pueden hacerse más profundas. Desde el punto de vista de la religión, un amigo es quien te ama, por eso Jesús es tu amigo, porque te ama, definiendo este término como lo más sublime, espiritual y capaz de ofrecer sólo un individuo con altos valores sociales y religiosos desde luego, que tenga fe y crea por tanto en el hombre como su hermano e igual.
Entonces, regresando a las redes sociales, aquél que tiene un millón de amigos ya ha cumplido el deseo de Roberto Carlos y ahora podrá cantar porque es más fuerte y tiene más voz. Pero no pienso en el millón, pienso en los veinte o treinta que son fáciles de conseguir.
Los políticos tienen su red social porque el número de amigos puede trasladarse exponencialmente a número de votos favorables para sus aspiraciones; los artistas por la venta de sus productos y además porque el hecho de pertenecer a estos selectos grupos me genera la idea (y es sólo la idea) de que el susodicho dueño de la red me tiene en cuenta y soy parte de sus más de mil o más adjuntas amistades.
Pero en corto, ¿cuántos amigos hemos reunido? Veinte, treinta, cincuenta, más de cien, ¿llegamos a los mil?
Ahora que nos hemos vanagloriado de nuestros logros, cuántos son realmente amigos, cuántos están pendientes de nuestros actos para aconsejarnos, sugerirnos, criticarnos, aguantar nuestros malos y buenos humores, apapacharnos y besarnos cuando lo necesitamos. ¿Conservamos el número? Comparémoslos con el número de dedos de nuestras manos ¿nos sobran dedos? ¿Nos sobran manos? Amigos como tales no son muchos, si no los tenemos ¡busquémoslos! Para ello primero debemos comportarnos como amigos, esto es mutuo, recíproco y simultáneo. Con un amigo charlamos ante un café, un refresco; sentimos su presencia cuando rozamos con él accidentalmente; percibimos su olor al estar junto a él o ella, escuchamos y nos escuchan y si nos va bien, hasta paga la cuenta, ¿ves? un amigo nos hace reir por su calidez y nos contagia de su llanto ante la tristeza.
¿Realmente debemos llamar amigos a los de nuestra red social?, ¿podemos presumir de tener un gran número de amigos con amistad confirmada ante un simple clic? Intentemos convertirnos en verdaderos amigos, charlemos de frente y entonces sabremos cuántos son los que están verdaderamente con nosotros y por cierto, si hay la invitación para un café, cada quien paga lo suyo, para que no le salga muy caro a ninguno de los asistentes.
Me gusta...he visto esa flor. ¿Adivinas quién soy?
ResponderEliminarVeamos, escribes bien, haces buen uso de los puntos suspensivos y de los signos de interrogación, además de acentuar correctamente. Eres buen(a) lector(a), por tanto eres alguien que sabe escribir. Más pistas por favor
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