Recopilación caótica sin sombra aparente

Andrés y la luna.

Cuenta una vieja leyenda de la temporalidad de un tal Andrés con relación al movimiento de la Luna.

Dicen los entendidos que la coincidencia notoria es señalada en algún momento de las fases, fijada en Andrés para volver cuando la marca regrese a su lugar.

Y es que Andrés vive en la Luna, montado cual jinete para cubrirse el rostro y no ser reconocido más que por su tiempo, molestoso a veces,  pero bienvenido en otras más.

Y así desde tiempos antiguos Andrés y la Luna hacen coincidencia, de veintiocho en veintiocho, de treinta en treinta, pero eso sí, puntuales ambos personajes, como indicadores coquetos de la esencia misma femenina que en ocasiones goza y en otras, en ausencia, quizás se torne triste o preocupada, cuando de amantes ocultos se trata.

Y ni Andrés o la Luna dejarán su existencia, hasta que Afrodita dicte lo contrario, entonces la Luna sigue,
Andrés se va caminando, en ese andar sin retorno.

Pero el ciclo comenzará nuevamente en otra vida, en otro ser, y La luna y Andrés en uno solo, convivirán cual géminis o piscis, juntos los dos, signos de vida, señales de amor entrelazadas.

De aquí y de allá.., sin ti

Mi ruta es larga, es ir de aquel lado al otro, de aquí o de allá, por la rosa de los vientos.

He de hablar y conversar, negociar y convencer, enojarme por lo irresponsable, aconsejar al aprendiz.

Compartir filosofías, capacidades y potenciales.

Atender invitaciones y concertar reuniones para días posteriores.

Subo, bajo, camino, corro; ocupo, desocupo, hablo y callo; saludo y me saludan, estrechando incontables manos, recibiendo palmadas en la espalda, intento de besos en la mejilla, que se pierden en el aire.

Y ante este tumulto de acciones, no estoy completo, estoy mas bien vacío porque tú no estás cerca; porque no puedo sentirte, porque no puedo verte, porque no puedo hablarte. Te extraño y continúo amándote.

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